Era una tarde de invierno tan fría como aburrida... no, creo que más que aburrida era lenta, demasiado lenta para mi gusto. Pasé la tarde subrayando aquellas frases que me hacían sentir algo, ya fuese un escalofrío o tal vez una sonrisa de pronto dibujada en mi cara.
Llegué a muchas conclusiones en muy poco tiempo y, por lo tanto, muchas de ellas equivocadas. Pasé el día pensando únicamente en mi, aplicando a mi vida todo lo aplicable, todas las causas o explicaciones de mi estado y, aunque no sirvieran, me arropaba en ellas en el momento en que una lágrima resbalaba tímidamente por mi mejilla, hasta ser saboreada, salada como el mar en verano.
Pensé en una vida futura que se pudiese asemejar a esa tarde amarga, y no me gustó en absoluto, así que decidí hacer algo para cambiar, dar un vuelco de trescientos sesenta grados... ¿Pero en qué?
Es extraño cuando sabes a la perfección cómo te gustaría que fuese tu vida en diez o veinte años, pero más extraño es cuando no sabes cómo debes comportarte para que todo salga según lo previsto.
Es inusual el ver a una chica risueña a la que todo le sale bien y de la forma exacta que lo planeó, pero eso nunca le sucede a nadie, nada es lo que parece y, sobre todo, las mayoría de cosas no ocurren de manera fortuita.
Sabela Senn Lozoya